Si bien sabemos que una parte de nuestra cultura nace y se conforma por un cúmulo de tradiciones y culturas heredadas por la inmigración -en un principio, europea de posguerra, y con el transcurso de los años de nuestros propios hermanos de América Latina- también sabemos que se retroalimenta por la gran cantidad de creencias y supersticiones, mitos e historias propias. Generalmente, estos sucesos están arraigados en un hecho particular, pero transcurrido tanto tiempo, no sabemos si ese hecho ocurrió realmente, o tal como nos fue contado.
Una parte de estas creencias tiene que ver con los santos paganos, los que no son reconocidos oficialmente por la Iglesia ni por ninguna religión, pero en los que muchas personas depositan sus sentimientos y su más profunda devoción. Están asociados a las clases populares y en Argentina hay varios que movilizan gran cantidad de personas, sólo por nombrar algunos de ellos: el Gauchito Gil -de quien nos ocuparemos en este artículo-,
- San la Muerte, que brinda una imagen polémica ya que está representado por una calavera que lleva una guadaña, tiene ojos rojos y sonríe a quien lo admira. Se dice que este santo era en verdad un payé -curandero- que ayudaba a las personas con lepra, sus diferencias con la Iglesia Católica lo llevó a su encarcelamiento y muerte, sin embargo, hay muchas versiones acerca de su historia, que no reproduciremos para no generar confusiones. Sus seguidores lo preservan como símbolo de la buena fortuna y protección. No tiene día específico de celebración, pero las fechas en que se le rinde culto son el 15 de Agosto en Chaco y el 20 de Agosto en Corrientes, especialmente.
- La Difunta Correa: es la historia de Deolinda Correa, una campesina que salió con su pequeño hijo en brazos tras los pasos de su esposo, reclutado a la fuerza como soldado en la lucha entre unitarios y federales, pero murió en el desierto a causa de deshidratación y agotamiento. Se dice que antes de morir, invocó a Dios para que salve a su pequeño, y se produjo un milagro: el niño se salvó alimentándose de sus pechos, luego de haber fallecido, así fue encontrado días después por arrieros que pasaban por la zona de Caucete, San Juan. Su fiesta se celebra el 1 de Noviembre en San Juan y dura dos días, se le pide amor, salud y el recupero de objetos extraviados.
- Gilda: la famosa cantante de cumbia, cuyo verdadero nombre era Miriam Alejandra Bianchi, falleció en un accidente en la Ruta Nacional Nº 12 camino a Concordia, Entre Ríos, junto a su madre, una hija y tres de sus músicos. Ni bien se conoció la noticia comenzó su leyenda, a partir de aquél día es venerada como santa, y sus seguidores pasaron de ser fans a ser devotos. En su santuario la lloran con la misma intensidad que al principio, le hacen pedidos y más de unos cuantos le adjudicaron milagros.
Pos su parte, la historia del Gauchito Gil es una de las más convocantes, cada año se suman cientos de personas a la fiesta que lo conmemora el 8 de Enero. Su santuario principal queda en la ciudad de Mercedes en la provincia de Corrientes, pero cada uno de nosotros ha visto algún pequeño altar en la casa de un conocido, un familiar o incluso a la vera de cualquier ruta provincial o nacional, una pequeña casita pintada de rojo y decorada con cintas del mismo color.
Antonio Mamerto Gil Nuñez fue un gaucho que, acusado de desertor del Ejército de Bartolomé Mitre a la vuelta de la Guerra contra el Paraguay a fines del siglo XIX, fue perseguido y finalmente, ejecutado. Su mito nació a las pocas horas de morir, ya que antes de ser asesinado le dijo a su propio verdugo que cuando volviera a su casa encontraría a su único hijo muriendo, pero que si lo invocaba, él mismo intercedería ante Dios y su hijo se salvaría. Por aquel entonces, se creía en que la sangre derramada de un inocente era milagrosa. El verdugo, incrédulo, de todas maneras lo mató, pero al volver a su casa la predicción del Gauchito se cumplió. Sin embargo, cuenta la historia que el hombre invocó rezando a Antonio Gil y le pidió por la salud del niño, y a los pocos días el niño sanó por completo. A partir del pedido de perdón del verdugo, la historia del gaucho milagroso se comenzó a difundir y cada año que pasa convoca más fieles que el anterior.
La historia de Mayra -Capital Federal- que tiene 26 años y es administrativa es sorprendente, por la forma en que manifiesta haberlo conocido:
“Un día vino una amiga de mi mamá a casa, y nos contó que cerca del lugar donde vivíamos había aparecido la imagen del Gauchito Gil, que era un santo milagroso. Al principio pensé que era una broma, no podía creer que un santo tenga ese apellido. Hasta que mi mamá, que por aquel entonces estaba muy enferma de una hemiplejia, nos pidió que por favor la lleváramos, que necesitaba un milagro por su salud. Ese mismo día la llevamos, mientras nos acercábamos al predio vi un árbol que tenía la figura de un gaucho -yo aún no conocía la imagen- entonces le digo a María, la amiga de mi mamá ´que lindo que lo dibujaron´, ella me pregunta si yo lograba verlo, y le digo: ´Si María, ¡vos también lo podes ver!´. Le pregunto a mi mamá y me dice que tampoco veía nada, lo cual me sorprendió. Entonces, sin dudarlo toque el árbol y desde lo más profundo de mi ser, lo primero que pedí fue por su salud, le prometí que si ella se recuperaba iba a averiguar su historia para conocerlo y sobre todo iba a viajar a Corrientes. Mi mamá comenzó a mejorar hasta recuperar su salud, el cumplió y yo cumplí con mi promesa”.
Noelia es operaria, tiene 32 años y es mamá de Aylén, vive en La Matanza, y es devota hasta la médula del Gauchito, lo conoció cuando todavía era una nena, a los 15 años, y a partir de ese momento le pide y agradece siempre que la situación lo amerite:
“soy religiosa, pero hace años que soy devota del Gauchito, cada vez que lo necesité me ayudó, nunca me abandonó, ni en mis peores momentos… es difícil de explicar lo que siento, sólo los que creemos en él sabemos lo especial que es”, así define su veneración y agrega orgullosa:
“Fui a Corrientes y voy siempre que puedo. La sensación que sentís al llegar al santuario es inexplicable, es el desahogo de todo lo que uno pasa día a día, tanto para el que va a agradecer como el que va a pedir”.
Otra parte de la historia cuenta que Antonio Gil solía robar a los ricos, para darles a los pobres, tal vez por eso es seguido de cerca por las clases más humildes. Pero en las últimas décadas viene aumentando su convocatoria evidenciada en la cantidad de fieles que se acercan a rezarle, de todas las clases sociales, rompiendo barreras económico-sociales y su mito no para de crecer, cual estrella de rock, pero a nivel gauchesco.
“Cuando vas a Corrientes entrás al museo y ves los agradecimientos de tantos famosos y no lo podés creer. Su público no sólo es la clase popular, sino también la clase media y van personas de diferentes países… Una vez, mientras estábamos haciendo la fila para entrar al santuario, hablamos con un alemán, estaba muy emocionado porque se había recuperado del cáncer, nos contó que conoció al Gauchito por un grupo de amigos argentinos. Fue así como viajó a Corrientes a cumplir su promesa”, relata Mayra.
Noelia al respecto dice:
“como fiel, me molesta que se lo asocie con la delincuencia. No sólo los que roban o llevan una mala vida son devotos del Gauchito, eso también pasa con San La Muerte. Son santos paganos, pero se los relaciona con el delito o cosas feas y no es así…”
El Gauchito produce un sentimiento tan intenso en sus peregrinos que va más allá de toda creencia religiosa, es venerado de igual manera por quienes profesan su fe en alguna religión específica, como por quienes no creen en ningún Dios, sólo en Antonio Gil.