“Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado.”
Italo Calvino
Ante los bloqueos creativos o simplemente como forma de jugar, crear narraciones a partir de frases, puede resultar productivo e incluso revelador para nuestras mentes.
En este caso, una frase del escritor Italo Calvino acerca de los clásicos, es el puntapié inicial para continuar el clásico de la dramaturgia inglesa “ Romeo y Julieta”.
Escalera -mecánica- al cielo
–Tendrías que haber esperado un poco más, estúpido! –dijo Julieta.
–Bueno, pero te prometí amor eterno, ¿o no? –aseguró Romeo.
–¡Boludo!
–¿Podrías dejar de decirme boludo?
–¡Boludo!
–Ok…
La discusión dio paso a un silencio incómodo, tan solo se sintieron los suspiros de las almas que los acompañaban. La escalera era larga, mucho más empinada que una normal. Al menos subían con esfuerzo.
Romeo había preguntado el por qué de la muchedumbre: “Contingente de Incas. Hubo una demora y se juntó con el de los italianos”. Y, para colmo, a un par de almas estaba Paris, que no dejaba de mirarlo.
Julieta hacía malabares con la daga que había sacado de su pecho. Romeo le sonreía hipnotizado, tratando de disimular su alegría mirando para abajo.
Para Julieta no era ninguna novedad, conocía cada uno de los gestos de Romeo, y estaba feliz de no haberlos olvidado. Sin embargo, todavía estaba enojada con Romeo, no podía ceder bajo ningún aspecto. El recuerdo del puñal clavándose en su pecho estaba vivo, y se repetía una y otra vez delante de sus ojos.
Tras un lanzamiento torpe, la daga salió disparada, cayendo bien lejos de donde estaba. Romeo se rió a carcajadas.
–¡Te reís!
–…
–Con tu daga fue que me hice este agujero en el pecho –dijo y se echó a llorar.
–¿Qué pasa acá? ¿Qué te hizo esta vez? –dijo Paris, quién se interpuso entre los dos amantes.
Julieta se echó sobre su pecho, ocultando su rostro lleno de rabia.
–Salí de acá –contestó Romeo, y le dió un empujón.
Julieta se alejó de ellos sorprendida, sin decir una sola palabra. Romeo y París forcejeaban dando giros, al mejor estilo greco-romano.
–¡Basta! –gritó Julieta, intentando abrir paso entre ambos –¡Bastaaa! –insistió con más fuerza…
–Pero Julieta, ¿no era conmigo que te querías quedar? Soy tu esposo.
–Esposo era cuando estábamos vivos –respondió entre sollozos.
Todavía quedaba mucha fila por delante.