Witold Gombrowicz ve de repente cerradas las puertas de regreso a su patria. Corre el año 1939 y se ha desatado la invasión nazi a Polonia, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial.
La inestabilidad de Europa y de su propio país convenció a Gombrowicz de establecerse en Argentina, sin dinero y sin hablar una sola palabra en castellano.
Pero lo que se cuenta en el libro no son crónicas cotidianas de su estancia en el país. Grombowicz juega con las palabras, mejora los hechos vividos con su impronta despojada de corrección política o moral. El diario -que a su vez es un extracto de un diario mayor de más de mil páginas- nos muestra su incómoda relación con la comunidad literaria -encuentro con Borges incluido-. También sus pasos por Tandil, Santiago del Estero y Buenos Aires, entre otros lugares, dónde Witold desplegará su sentido del humor y su interés por compartir la pasión y energía desbordante que nota en la juventud y en la que él se ve reflejado. Allí es donde se detendrá a reflexionar sus pasos cuando se sienta juzgado o aburrido por los tópicos de moda. En lo "joven" Witold se sentirá cómodo, parte de una comunidad abierta que no le solicitará credenciales ni se detendrá a pedirle permiso.
A los argentinos nos pondrá en frente de nuestros problemas históricos de identidad, muchas veces saldrá airoso de las discusiones, otras veces no le quedará otra que adentrarse en el terreno pantanoso y salir a polemizar.
Por otra parte, la calidez que verá en nuestra cotidianidad lo tendrá muy entretenido, muchas veces, quizás, porque no entienda el uso de la ironía rioplatense… y está bien, la incomprensión es el universo Gombrowicz, que no exige codificaciones para desarrollar el potencial creativo. No entender, para Witold, es la posibilidad de desarrollar sus ideas en el papel, descifrarlas -o no- allí.
"El diario argentino" no es una mera crónica de los hechos importantes. Nos tiene incluidos a los lectores en su mundo íntimo de sentimientos bajo la excusa de una fecha pautada, de un lugar determinado donde a él le tocan vivir sucesos de diversa índole. Casi que el género diario personal le queda chico a este libro, su prosa es desbordante de recursos y detalles de gran calibre.
Lo que en principio se estimaba en 2 semanas terminó siendo una trayectoria de 24 años transcurridos por Gombrowicz en la Argentina. Un polaco que eligió a este país por accidente y el cual consideró su segunda casa hasta el día de su muerte.