En relación al artículo anterior, existen condiciones ambientales que resultan dañinas no solo para la salud física sino también para la salud psíquica, que pueden entrar en contacto con las personas que trabajan y afectar negativamente a la salud de las mismas, como es el caso de las radiaciones, el humo, el ruido, las vibraciones, entre otras.
La prevención de estos riesgos laborales consiste en desarrollar una acción permanente de identificación, evaluación y control de los mismos. Para la identificación, las empresas deben realizar una encuesta higiénica, como estudio previo y obtener información sobre productos, procesos, maquinaria, organización, sintomatología de los individuos afectados, etc. Una vez conocido el contaminante, el siguiente paso es averiguar la concentración del mismo en ese ambiente de trabajo mediante una medición para, junto con el tiempo de exposición, determinar la dosis que recibe el personal expuesto. Dichas mediciones se someten a una valoración basada en valores de referencia con el que se pueden comparar. Si como resultado de la evaluación surge una situación peligrosa hay que adoptar medidas que haga disminuir el riesgo hasta situaciones seguras, debiendo realizarse las correcciones pertinentes. A su vez, esto no estaría completo sin un sistema para controlar los resultados de estas actividades por eso será preciso verificar periódicamente las condiciones ambientales, constatando que permanecen inalterables y seguras.
Vincular los riesgos en el lugar de trabajo y los riesgos de carácter ambiental puede contribuir de forma positiva a resolver esas controversias, como es el caso del desarrollo sostenible que exige la integración de los objetivos económicos, sociales y medioambientales de la sociedad con el fin de optimizar el bienestar humano actual sin comprometer el bienestar de las generaciones futuras. El mantenimiento de los puestos de trabajo cada día estará más ligado a este tipo de desarrollo, que tenga como fin no dañar el entorno ni generar riesgos para la salud de la población, ya sea como resultado de la presión externa social, la obligación legal, fruto de la competencia económica o como imposición de única forma de salvar el planeta.
Para todo ello la regulación es la pieza clave, las empresas deberán adoptar una regulación ambiental rigurosa y ambiciosa, que estimule la producción limpia e integre las cuestiones sociales para que, en un principio, se aseguren los derechos de participación de los trabajadores en temas medioambientales.